El precio de la vida. Pérdidas necesarias para vivir y crecer. Judith Viorst
Cuando pensamos en las pérdidas, pensamos en la pérdida, por muerte, de nuestros seres queridos. Sin embargo, a lo largo de nuestras vidas, las pérdidas constituyen un fenómeno mucho más amplio. Perdemos, no sólo a través de la muerte, sino también abandonando o siendo abandonados, cambiando, soltando amarras y siguiendo adelante. Y nuestras pérdidas no incluyen sólo nuestras separaciones y nuestros adioses a los seres queridos, sino también las pérdidas conscientes o inconscientes de nuestros sueños románticos, nuestras esperanzas irrealizables, nuestras ilusiones de libertad, de poder y de seguridad, así como la pérdida de nuestra juventud, de aquella individualidad que se creía para siempre ajena a las arrugas, invulnerable e inmortal.
Estas pérdidas que nos acompañan toda una vida, pérdidas necesarias, pérdidas que aparecerán cuando nos enfrentemos al hecho ineludible de…Que nuestra madre va a dejarnos y nosotros a dejarla a ella; Que el amor de nuestra madre nunca será exclusivamente para nosotros; Que aquello que nos hiere no siempre puede ser remediado con besos; Que, esencialmente, estamos aquí solos. Que tendremos que aceptar -en los demás y en nosotros mismos- el amor mezclado con el odio, lo bueno mezclado con lo malo; Que a pesar de ser la más inteligente, bella y encantadora, una chica no podrá casarse con su padre cuando haya crecido; Que nuestras decisiones están limitadas por nuestra anatomía y por el sentimiento de culpa; Que existen defectos en todas las relaciones humanas; Que nuestra condición en este mundo es implacablemente pasajera; y que somos tremendamente incapaces de ofrecer a nuestros seres queridos o a nosotros mismos una protección necesaria contra el peligro y el dolor, contra el tiempo perdido, contra la ineluctabilidad de la vejez y de la muerte; la protección contra las pérdidas necesarias.
Estas pérdidas forman parte de nuestra vida, son constantes universales e insoslayables. Y son pérdidas necesarias porque crecemos a través de ellas, en el abandonar, en el soltar amarras. Así, el camino del desarrollo del hombre está plagado de renuncias y, a lo largo de la vida, se madura a cambio de éstas. Renunciamos a nuestros vínculos más queridos con otras personas. Renunciamos a partes de nosotros mismos que tenemos en gran estimación. Debemos enfrentarnos, tanto en nuestros sueños como en nuestras relaciones íntimas, a aquello que nunca tendremos o que nunca seremos. Las inversiones apasionadas nos hacen muy vulnerables a las pérdidas. Y, a veces, no importa cuán listos seamos, nos toca perder.
Judith Viorst
Judith Viorst es autora de varias obras de ficción y no ficción para niños y adultos. Su libro infantil más famoso, se publicó por primera vez en 1972 y, desde entonces, ha vendido más de dos millones de copias. Licenciada en Historia de la Universidad Rutgers, también se graduó en el Instituto Psicoanalítico de Washington, donde es investigadora afiliada. También ejerce como psicoterapeuta. Después de pasar largos años escribiendo con éxito sobre el mundo interior de los niños, decidió profundizar en la psicología humana.
«Si la única constante en la vida es el cambio, y la gran paradoja de la existencia es estar cambiando continuamente sin dejar de ser los mismos. Está claro que la pérdida es aquello a lo que debemos renunciar para poder crecer y madurar, existiendo un vínculo vital entre pérdidas y adquisiciones».
(Doctor Cabau)
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