La psicología minimalista de Carl Gustav Jung
¿Te imaginas vivir en un mundo donde la felicidad no dependa de la cantidad de dinero en tu cuenta bancaria si no de cómo manejas tus deseos y conflictos internos?
«No es la ausencia de conflictos, si no la capacidad de lidiar con ellos lo que constituye un signo de madurez»
(Carl Gustav Jung)
La psicología minimalista de Carl Gustav Jung puede transformar tu vida, ayudándote a encontrar abundancia y satisfacción en las cosas más simples. En lugar de lograr todos nuestros deseos debemos enfocarnos en cómo los manejamos reduciendo nuestras necesidades y encontrando nuestra satisfacción en cosas simples y abundantes.
«Necesito poco y lo poco que necesito lo necesito poco».
(Francisco de Asis)
Jung también enseña que la felicidad no sucede por casualidad, si no por elección. Tenemos el poder de decidir, de optar por la alegría en lugar de por la depresión y la escasez. Al elegir conscientemente vivir con menos podemos encontrar más paz y satisfacción en las cosas simples de la vida. Si lo que necesitamos es escaso, es más difícil obtenerlo. Porque todos quieren. Por tanto, quedamos expuestos al estrés, al descontento y a la inseguridad. Tendemos a preocuparnos por no tener lo que queremos, por perder lo que tenemos o porque el futuro no sea como deseamos.
Sin embargo, una alternativa mucho más positiva sería una mentalidad minimalista de abundancia. Si no sentimos falta de satisfacción en nuestras necesidades, alcanzaremos rápidamente un estado de contento. Por tanto, la manera más rápida de alcanzar nuestras necesidades es rebajando nuestros objetivos. Cuanto menos quieras, más tendrás. Y cuando tengas o te sientas en abundancia nos preocuparemos menos por ganancias o pérdidas, estaremos menos estresados por la posibilidad de perder y menos temerosos de cambios.
Estar satisfecho con poco lleva a una vida más despreocupada. Por lo tanto, más feliz.
Cuando la felicidad nos falta, necesitamos trabajar duro para obtenerla. Los requisitos para la felicidad que requerimos pueden ser bienes materiales (dinero), estatus social, una pareja perfecta, o una combinación de todo ello.
Imagina trabajar como esclavo indefinidamente para cumplir estos requisitos y mantenerte indefinidamente insatisfecho. Porque, mientras no alcances estos objetivos no estarás satisfecho, no serás feliz.
Y, finalmente, cuando obtienes tu santo grial, te aferras a él ansiosamente. Pues, la idea de perderlo después de tan gran esfuerzo significaría el fin de tu felicidad.
Qué vida de exigencia sería esa?
Una vida de exigencia, de sacrificio, de condicionamientos, que depende de elementos externos e inestables. Incluso, el menor de los cambios amenaza los cimientos de tu bienestar.
Ejemplo: Una vida, casa, familia, trabajo y vida social perfectas, etc. Lo que se podría considerar el culmen de la felicidad, puede derrumbarse en un instante, como un castillo de naipes.
Jung afirmaba que cuanto más nos apegamos a nuestra persona, más nos alejamos de nuestro verdadero yo.
Cuanto más buscamos una felicidad basada en cosas externas y superficiales, más nos alejamos de nuestra verdadera naturaleza y necesidades auténticas.
Cuanto más necesitamos estar satisfechos, menos satisfechos estamos abundancia. Abundancia implica que tenemos más que suficiente. Aunque, esto es subjetivo. Para unos, muy poco es suficiente. Para otros, nunca es suficiente.
Además, nuestra idea de lo que es suficiente tiende a cambiar con el tiempo. Por ejemplo, en la juventud, tener dinero para fiesta, algún viaje o vestido parece suficiente. Pero, cuando avanzamos en edad, queremos salarios cada vez mayores, una casa, un coche cada vez mejores, y toda clase de lujos y aspiraciones.
Cambiar el rumbo, es decir, convencer a nuestra mente de que cuanto menos tengamos será más que suficiente supondrá detener en seco el estrés y la ansiedad por poseer.
De hecho, la práctica vital tendría que llevarnos a esa meta. Imagina a alguien que está feliz y satisfecho con lo esencial (alimento, vestido, refugio y compañía). Difícilmente podría llegar a la insatisfacción, porque lo abundante estará siempre disponible, a diferencia de lo que es escaso.
En resumen, cuanto menos necesitemos mayor será nuestro poder. La estrategia consiste en gestionar nuestros deseos para sentirnos siempre en abundancia. Se trata del poder de la moderación.
«Si quieres hacer feliz a un hombre, no añadas a sus riquezas, si no quítale sus deseos».
(Epicuro)
Epicuro distinguió tres tipos de deseos. Los primeros, naturales y necesarios, como comida, refugio y descanso. Deseos innaturales e innecesarios, comida, vestimenta y posesiones lujosas y caras. Y deseos vanos: poder, riqueza extrema y fama.
Tanto Epicuro como Jung consideran que sólo debemos enfocar en los primeros, necesarios y fáciles de satisfacer, evitando los segundos y terceros, por la dificultad de alcanzarlos y, sobre todo, de mantenerlos.
Si elegimos nuestras necesidades en base a este planteamiento, es decir, con sabiduría, no nos debilitarán. Al contrario, nos fortalecerán. La moderación sirve para frenar nuestros deseos. Y así evitar que nos gobiernen. Incluye modestia y autocontrol. Así, los placeres caros y escasos no nos dominarán.
El poder del agradecimiento
Los humanos tendemos a concentrarnos en lo que queremos y no en lo que tenemos. Esto significa cambiar alegría por deseos. Porque no existe algo más fácil de tener que lo que ya tenemos a nuestra disposición. El problema surge cuando dejamos de valorarlo y lo sustituimos por una necesidad.
Es decir, cuando falta el agradecimiento por lo que ya poseemos surge la infelicidad. Ante el deseo surge la insatisfacción.
Si nos alejamos de lo que no tenemos y nos concentramos en lo que está disponible para nosotros, la felicidad será una ganga. Ser agradecido por lo que tenemos aumenta el valor de lo que tenemos.
Ver el vaso medio lleno es más satisfactorio siempre que verlo medio vacío.
Cuando cambiamos el paradigma de la insatisfacción por la gratitud, el valor de nuestras posesiones aumenta. Apreciar da valor. Y agradecer, satisfacción, felicidad.
El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que intercambias por ello. Siempre que desees algo, podrías preguntarte cuanta cantidad de vida pagarás por ello, cuántas horas de vida, cuánto esfuerzo, cómo afectará a tu bienestar, a tu salud.
Cosas que necesitan poca cantidad de vida a cambio pueden considerarse baratas. Y al contrario.
Si nos concentramos en las necesidades que son baratas y fáciles, seremos abundantes.
Aunque asociamos la deuda al dinero, nuestros deseos también generan deuda con uno de los acreedores más atormentadores y exigentes: la mente.
Cada vez que percibimos que un deseo despierta dentro de nosotros quedamos instantáneamente endeudados. Pues, la sensación de estar obligados a pagar nos encadena. Nos referimos a deudas mentales, no materiales. La mente puede ser nuestro mayor y peor acreedor.
Pasamos de la experiencia de contento sin deudas, en la cual no debemos nada a nosotros mismos, pues no tenemos deseos que necesitan ser pagados, a estar en rojo. Porque tu mente exige que cumplas ese deseo, que pagues tu deuda. Si no lo haces, seguirá tocando tu puerta como un cobrador de deudas hasta que pagues.
Satisfacer deseos naturales (comer, dormir, cobijarse, relacionarse) no es difícil. Las verdaderas dificultades comienzan cuando asumimos deseos a largo plazo que debemos cumplir para sentirnos satisfechos, tantos materiales como mentales o emocionales. Al hacer esto, nos sobrecargamos con un sentimiento de carencia que sólo desaparece cuando ese deseo es realizado, lo que puede dejarnos con una sensación de incompletitud por mucho tiempo.
Por ejemplo, imagina necesitar el amor de alguien que no siente lo mismo por ti. Si no lo aceptas y pasas tus días esperando que esa persona cambie, quedarás endeudado hasta que tu mente cumpla su deseo. Y, si nunca ocurre, la deuda será de por vida.
Podemos generar satisfacción con muy poco. Y viceversa. La esperanza no es una buena estrategia para la felicidad. Aprovechar lo inmediato, pequeño y fácil es mejor camino.
Todo lo que nos irrita en los demás puede llevarnos a una mayor comprensión de nosotros mismos. La psicología minimalista nos ayuda a resolver esos conflictos internos, permitiendo que encontremos paz y abundancia interior.
Cuanto menos deseemos del mundo, más abundante parecerá.
Cuanto menos quieras, más tendrás.
Carl Gustav Jung.
Psicología minimalista.
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