La caída del Cabal II. Cpto. 3

En los capítulos previos de «La caída del Cabal II«, producida por Janet Ossebaard y Cynta Koeter,  vimos cómo la Revolución Francesa, la Guerra Napoleónica y la Primera Guerra Mundial fueron orquestadas por el contubernio judeo-masónico-jesuita, en venganza por su expulsión contra el Papa y las monarquías católicas europeas. Aquellas guerras llevaron a la desestabilización de Europa. Pero, sobre todo, a la destrucción de la Alemania protestante que, durante la Segunda Guerra Mundial, iba a sangrar aún más.  Antes, fue el turno de la venganza del Cabal contra Rusia.

Pero aún hay que conocer un detalle previo que, como todos los fundamentales de la historia, nos han ocultado. En noviembre de 1917, incluso antes de que concluyera la I G.M, el gobierno de Inglaterra, con su majestad al frente,  había “regalado” Palestina a la familia Rothschild, en compensación por los préstamos recibidos, para el establecimiento de un hogar nacional que acogiera al pueblo judío.  Como si sólo fuera una pieza de ajedrez, un país con todos sus habitantes fue regalado a Lionel Walter Rothschild (1986-1937), como representante de la Federación sionista.

Ni judíos ni palestinos, ni la mayoría de la población mundial, supieron de esta jugada brillante hasta décadas más tarde, cuando fue presentada como una acción benigna a favor de los judíos, después de su sacrificio premeditado en la II G.M.

La Revolución Rusa

Una vez más, financiada por sus socios en crímenes  los Rothschild, los jesuitas instigaron la revolución rusa, a la cabeza de la cual pusieron a Vladimir Ilyich Uliánov (1870-1924). Lenin, como es conocido, estaba fuertemente influenciado por Karl Marx (1818-1883), el fundador del comunismo, cuya obra conoció durante su largo exilio en Suiza, Francia, Inglaterra y Alemania. Cuando estalló la revolución, en febrero de 1917, Lenin era, prácticamente, un extraño en Rusia. Estaba completamente occidentalizado y muy influenciado por el planfleto marxista de 1848: «El Manifiesto Comunista».

Lenin no estaba inspirado sólo por el comunismo de Marx. También, y principalmente, había sido adoctrinado y siempre obedeció órdenes de la Compañía de Jesús, como confirmó el exjesuita Alberto Ribera (1935-1977). Otra fuente que confirmó que el lider de la revolución rusa había sido un coadjutor jesuita fue Otto Bon Bismarck. Su máximo asistente también perteneció a la Orden. Y, además,  en 1922, para ratificación definitiva de esta teoría, Lenin readmitió a los Jesuitas en el país. Esta acción puede parecer extraña, porque el comunismo renegaba de toda religión, especialmente del catolicismo, cuya práctica prohibió.

Realmente, no era extraño conociendo la historia de unos y otros. El comunismo fue creado, inspirado y alentado por los jesuitas para llevar a cabo sus planes de conquistar y dominar el mundo. En los siglos XVII y XVIII, perfeccionaron el primer sistema de gobierno comunista en Paraguay. En la Nueva Enciclopedia Católica Adventista lo explica así: “La economía se basaba en una suerte de comunismo. La Tierra y todo lo que se levantara sobre ella era propiedad de la comunidad. Se dividía entre los caciques, que la asignaban por parcelas a las familias que estaban bajo su cargo. Las herramientas y el ganado eran parte de la mercancía común. Nadie tenía permitido vender su parcela o su casa«.

Igualmente, el término justicia social fue inventado por la Compañía de Loyola. El primer hombre en nombrarlo fue el jesuita: Luigi Taparelli d´Aseglio.

En conclusión, Lenin sólo fue un títere jesuita, dirigido por el Cabal para desestabilizar y destruir Rusia. Odiaba a los rusos y al país. Algunas de sus frases más famosas fueron: «yo escupo en Rusia. Mientras haya libertad no hay Estado. Cuando hay estado no hay libertad. Puede que el 90 por ciento de las rusas mueran, así dejarán vivir al otro 10 por ciento vivir bajo el comunismo».

La revolución rusa fue un ataque jesuita. Su motivo, la venganza. Su peón, Lenin. Su herramienta, los bolcheviques, quienes eran el equivalente a los jacobinos durante la revolución francesa. Millones de personas murieron en Rusia entre 1917-1923, año en que finalizó la revolución con la constitución de la Unión Soviética.

Antecedentes de la II Guerra Mundial

Tal vez recuerden del segundo capítulo de este documental, «La caída del Cabal II», que en 1913 se fundó la banca de la Reserva Federal de los EEUU, la madre de todos los bancos, propiedad de todas las familias del Cabal. Entre ellos, los Rothschild. Recuerden que los tres hombres más adinerados que se oponían a este proyecto murieron oportunamente en el hundimiento del Titanic en 1912. Justo un año después, la Reserva Federal era un hecho, aunque, en esa época, en los EEUU, 21.000 bancos no estaban de acuerdo con su creación.  Y justo un año más tarde, en 1914, la primera guerra mundial estalló. Entre 1914 y 1919, la Reserva Federal dobló la otorgación de préstamos. En 1920, redujo la oferta de dinero, y 5.500 bancos nacionales quebraron. Todos fueron comprados por la Reserva Federal a precio de ganga.

Entre 1921 y 1929, la Reserva Federal vuelve a ofertar dinero. Se concedían préstamos por todos lados y motivos. Pero, el 23 de octubre se vendieron millones de acciones de forma acelerada. A continuación, el  24 de octubre, Wall Street se cerró. Y los hacedores de dinero, que  estaban reunidos fuera, en estado de shock, comprendieron su inminente ruina ante la exigencia del pago de los préstamos y la venta acelerada de acciones.

La caída de Wall Street puso de nuevo al mundo de rodillas

16.000 bancos que no eran parte de la R.F. quebraron. Y fueron comprados, de nuevo, a precio de saldo por la R.F. Este robo fue considerado como tal por todo el mundo. Pero, no fue suficiente para los financieros cabalistas que, en una nueva vuelta de tuerca, redujeron la oferta de dinero un 30 por ciento. Causando hambre y miseria en toda USA y gran parte del mundo.

«Los Rotschild hicieron lo que habían hecho desde la Revolución Francesa:

manipular el mercado del dinero para aumentar su riqueza y su poder»

El congresista, Mc Fadden  (1876-1936), estaba tan horrorizado que inició un proceso contra los banqueros propietarios de la R.F. en 1934. No tardó en ser asesinado (por envenenamiento en un banquete). El juicio quedó olvidado. Y nadie más se interpuso en el camino de los financistas sin escrúpulos. Hasta hoy.

En 1933, con el pretexto de salir de la depresión, los mismos banqueros que habían provocado la caída de W. S cuatro años antes persuadieron al Gobierno de llevar a cabo una incautación nacional de oro, bajo pena de encarcelamiento de 10 años. El presidente Roosevelt cedió a la presión de la R.F y firmó la orden ejecutiva 6102 de confiscación, que obligaba a la ya empobrecida población norteamericana a entregar su oro. No les quedó nada. Con la población sin oro, el Cabal ya no tenía limitación para manipular la oferta de dinero. Esto significó un dominio absoluto.

Además, en 1933, se creó el impuesto sobre las ganancias, para cubrir la gran cantidad de dinero que el gobierno estaba pagando a la R.F. Este impuesto era ilegal. Sólo que nunca se nos explicó.

Otra de las consecuencias de la caída de W.S. fue que la R.F. solicitó el pago de todos los préstamos internacionales. Uno de los países más afectados fue Alemania. Después de la I GM, Alemania tuvo que pagar para reparar los daños ocasionados a las víctimas. Por eso su gobierno se vió forzado a pedir préstamos para compensar esos daños y para poder reconstruir su país y su propia economía.

Cuando la R.F. exigió el pago de esos préstamos, la economía alemana  colapsó, el país se hundió en una profunda depresión. Ese invierno, dos millones de personas estaban desempleadas y en tres años después el número se triplicó. Subió al 40 por ciento. Los gastos del gobierno para mantener a la población desempleada se elevaron descontroladamente.

En una acción desesperada, el canciller suspendió esos pagos, lo que agravó aún más la situación. Hubo varios cambios de gobierno y cancilleres. Ninguno sabía qué hacer con el problema. La gente perdió la confianza en sus líderes políticos. La supuesta democracia se resintió. La población se escoraba hacia la extrema izquierda, el comunismo. O hacia la extrema derecha, el nazismo. El Cabal se frotaba las manos ante el inminente advenimiento de otra confrontación bélica.

El peón cabalista Hitler

En enero de 1933, Hitler se convierte en el canciller de Alemania. Aunque tenía mayoría en el Parlamento, no contaba con el poder absoluto que anhelaba. Convenientemente, cuatro semanas después, la sede del Reichstag fue incendiada, supuestamente por comunistas. Hitler usó este evento para convencer al presidente, Paul von Hindenburg,  de aprobar un decreto de emergencia para la protección del pueblo germánico, que restringía las libertades personales. Este acto abolía la libertad de expresión, de asamblea, de privacidad y de prensa;  el derecho a juicio antes de ser encarcelado. Establecía la incautación de  correspondencia y cualquier otra vía de comunicación. La gente podía ser encarcelada por ser considerada “un enemigo de los nazis”, por cualquier razón. Hitler podía ya encarcelar a cualquier persona. Y así lo hizo. En principio, mandó detener y torturar a todos los líderes del partido comunista alemán. Había desarticulado cualquier oposición antes de su reelección. La SA (División de Asalto) de Hitler intimidó todo intento de rebeldía. Después impone el acto “El poder de acción”, que  le permitió hacer leyes sin consentimiento del Parlamento durante los siguientes cuatro años. Ya tenía el poder absoluto. Sólo su partido tenía derecho a existir.

La última dificultad para la dictadura absoluta fue eliminada la noche del 30 junio 1934, en la «Noche de los cuchillos largos«, cuando 400 hombres de la SA, que habían exigido reivindicaciones, fueron masacrados por la SS, servicio secreto de Hitler. Un mes y medio después, H tenía el control total, se había convertido en el führer: canciller, presidente y jefe del ejército.

Los miembros de las Fuerzas Armadas tenían que hacer un juramento personal de lealtad. No a Alemania, sino al führer. Esto era muy similar al juramento jesuita.

¿Quién era, en realidad, Hitler?

Hitler provenía de una familia interesante. Su madre fue Clara Pölzl (1837-1907) y su padre, Aloise Hitler (1837-1903). Su abuela paterna, María Ana Schicklgruber (1795-1847), fue una sencilla campesina. A sus 42 años, aún soltera, dio a luz a Alois. Cuando concibió a su primer hijo trabajaba en Viena, como sirvienta,  en la casa familiar de Anselm Salomon von Rotschild. Tan pronto como la familia descubrió su embarazo, María fue enviada de vuelta a su pueblo, donde nació Alois. María se negó a decir quién era el padre durante toda su vida. El padre anónimo nunca consideró casarse. Cuando Alois tenía cinco años, María se casó con Johann Georg Hitler (1792-1957), que nunca reconoció al hijo de María.

Extrañamente, Alois cambió su apellido materno por el de Hitler cuando tenía 40 años de edad. Para entonces, ya estaba casado con Clara Pölzl y habían tenido 6 hijos, de los que murieron cuatro a temprana edad. Los únicos sobrevivientes fueron Adolfo y su hermana Paula.

No existen pruebas fiables de quién fue el padre de Alois. Pero, en 1976, heredó una fuerte suma de dinero. Por tanto, considerando que en su familia no había ningún pariente rico, que Anselmo Von Rotschild había muerto un año y medio antes y que por esa época Alois cambió su apellido, podría deducirse que el apellido Hitler está relacionado con el linaje de sangre de los acaudalados banqueros judíos. La familia podría haberle exigido el cambio de apellido a cambio de la herencia para que nunca fueran relacionados. Teniendo en cuenta, además, que originalmente los R. eran judíos, los jázaros de Babilonia que se convirtieron al judaísmo por presión del rey de Rusia, si alguna vez salía a la luz esta relación familiar sería un tremendo escándalo. Por lo tanto, cualquier pista que llevara a esta conclusión tendría que ser eliminada.

En 1921, un periódico alemán  interceptó un panfleto que circulaba entre los primeros miembros del partido nazi. El título era: Adolf Hitler, traidor. El panfleto trataba sobre su supuesta sangre judía y lo acusaba de malversar las finanzas del partido y de actuar como un judío. El “Minut Post” decidió publicar el panfleto el mismo día que Hitler fue elegido canciller. La sede del periódico fue allanada, detenidos todos los escritores y editores y enviados a campos de concentración. Nunca más se supo de ellos.

El austríaco, Engelbert Dollfus (1892-1934)  investigó el origen familiar de Adolf Hitler. La primera investigación, publicada en 1932, determinó que el padre de Hitler era hijo ilegítimo de una mujer soltera de 42 años de edad y de un padre desconocido. La abuela de Adolf trabajaba como empleada doméstica en la residencia del barón R. de Viena. Poco tiempo después de esta publicación, en 1934, Hitler ordenó el asesinato de Dollfus.  No fue el único asesinado en su afán por destruir el conocimiento de sus auténticos orígenes.

Hitler había dicho a su sobrino: «esta gente no debe saber quién soy. NO debe saber de dónde vengo ni de qué familia provengo».

Según Janet Ossebaard, la promotora de este documental: La caída del Cabal, Hitler era un Rotschild. Tal vez ilegítimo, pero R. Desde su planteamiento, y el nuestro en particular, nadie llega al poder si la élite no quiere. Por tanto, Hitler no salió de la nada y alcanzó sólo el máximo poder en Alemania, uno de los países más importantes de Europa y el mundo. Y que, muy convenientemente, provocaría el conflicto bélico más beneficioso para su familia oculta en todo el siglo XX.

De nuevo, la mano jesuita

En la primera parte  de La caída del Cabal, conocimos como el ilegítimo R. (Elephantis- caso Pizzagate) fue impulsado por la familia para jugar un papel relevante entre la élite estadounidense de finales del XX y principios del XXI. Igualmente, Adolfo Hitler fue promovido como brazo ejecutor de otra de las guerras del Cabal.

El führer también era un gran admirador del fundador de los jesuitas, Ignacio de Loyola. En 1939, Adolfo afirmó: «Aprendí mucho de la Orden. Hasta el día de hoy no ha habido nada más grandioso sobre la tierra que la organización jerárquica de la Iglesia Católica. Yo transferí mucho de esta organización a mi partido».

Heinrich Himmler, el inventor y organizador del holocausto, fue nombrado por Hitler jefe de las SS, quien lo comparó con Ignacio de Loyola. Las SS fueron configuradas por Himmler de acuerdo a los principios de la Orden jesuita. Su regulación y ejercicios espirituales fueron copiados de manera exacta. Su título fue jefe supremo de la SS, equivalente al general de los jesuitas. Y toda la estructura y dirección era una imitación de la Orden jerárquica de la Iglesia Católica. La regla suprema era la obediencia absoluta. Toda orden debía ser ejecutada sin ningún comentario.

Hitler se presentó a sí mismo al pueblo alemán como la solución de todos los problemas. Ofreció trabajo durante la guerra en la industria de armas  y se deshizo de todos aquellos que consideró culpables de los problemas de Alemania: judíos, gitanos, discapacitados, comunistas, homosexuales, etc. Y les confiscó todo su dinero. Era apoyado por una eficiente  máquina de propaganda, liderada por Joseph Goebbels (1897-1945). Le lavó el cerebro a los alemanes para hacerles creer que H era una especie de mesías y que los judíos eran la causa de todos los males.

85 millones de personas murieron durante la II G. M. Pero, el Cabal no había culminado  aún su plan.

Palestina, la pieza sacrificada por Inglaterra a los Rothschild en 1917

Al terminar la II G. M., cientos de personas emigraron hacia la tierra prometida de Israel. Pero, ¿sabían que esta evacuación había sido planeada más de veinte años antes del genocidio de los judíos? En noviembre de 1917, incluso antes de que concluyera la I G.M, el gobierno de Inglaterra, con su majestad al frente,  había “regalado” Palestina a la familia cabalista por excelencia para el establecimiento de un hogar nacional para la gente judía.  Como si sólo fuera una pieza de ajedrez, un país con todos sus habitantes fue regalado a Lionel Walter R. (1986-1937), como representante de la Federación sionista.

Ni judíos ni palestinos, ni gran parte del mundo, supieron de esta jugada hasta décadas más tarde, cuando fue presentada como una acción benigna a favor de los judíos, después de su sacrificio premeditado. Fue otra estrategia de divide y vencerás de los potentados cabalistas que sólo podía terminar en una nueva guerra en 1947, que ha llegado hasta nuestros días. Pero, para presentar la operación «Palestina» como una acción benigna, tuvieron que organizar una masacre y sacrificar a millones de judíos, entre otros colectivos inocentes, que fueron asesinados veintidós años después, intencional y conscientemente. Insisto: con premeditación, nocturnidad y alevosía.

¿Por qué?

Porque los R y demás familias del Cabal, además de aumentar sus cuentas bancarias con cada nueva guerra que patrocinan, tienen otro gran objetivo: Jerusalén. No es coincidencia que muchos miembros de las principales familias cabalísticas lleven por nombre Salomón. El templo de Salomón en el actual Israel, situado en tierras antes palestinas, era y es su prioridad.  Las razones oscuras que se ocultan tras este fin serán expuestas en este documental más adelante.

Hasta ahora, queda claro que millones de familias judías, entre otros colectivos, fueron sacrificadas para llegar hasta ese lugar que tanto ansiaban: Jerusalén. Hitler y el nazismo fueron el instrumento a través del cual lo hicieron factible.

Después vinieron otras guerras: la guerra de Vietnam, la guerra fría, la guerra de Afganistán, Los Valcanes, Irak,  todas las primaveras árabes,  Siria y todas las que llegan hasta nuestros días. Todas fueron instigadas por los mismos, el Cabal, que ha financiado siempre a ambos lados. Así ha mantenido siempre el miedo entre la gente  y el control sobre los pueblos y sus recursos: asustados y empobrecidos, divididos y subordinados. Cuando comprendes la estrategia, te resultará fácil verla también en cualquier conflicto o evento de falsa bandera de los que abundan en la actualidad.

Sin embargo, lo peor estaba por venir. Los tiempos estaban cambiando y el Cabal adaptaba su técnica conforme a los tiempos. Palabras claves en su plan eterno de conquistar el mundo son odio, revancha y desdén. Estas tres palabras fueron perfectamente combinadas en el «Protocolo de los viejos sabios de Sión».

Recapitulando:

Todas las guerras fueron instigadas por el Cabal. Todo fue planeado. Cada peón necesario fue impulsado y reclutado entre sus propias familias para ejecutar su plan malvado.  Su objetivo era hacer más dinero para obtener mayor poder sobre las espaldas de la gente. Gente que sufría, sangraba y moría como si no fueran nada. Tan sólo un daño colateral. Cuando la segunda guerra mundial terminó, millones de personas habían perecido. Todo aquel que era diferente, todo aquel que se había atrevido a hablar fue asesinado. El máximo chivo expiatorio fue el pueblo judío. Fue sacrificado de manera intencional y conscientemente para lograr el control de Israel. La gente que había vivido en Palestina desde el principio de los tiempos fue posteriormente sacrificada y sometida en otra guerra interminable del Cabal.

Los paralelos entre la Alemania nazi y la actual situación de muchos países europeos son extraños y temibles. Hitler provocó el inició del holocausto con una declaración de emergencia surgida de un atentado de falsa bandera. Hoy, muchos países europeos están en la misma situación. Después llegó hasta el acta de acción que le concedió el poder completo para convertirse en el dictador que fue y que le permitió conducir al mundo a la Segunda gran guerra.

¿Te gustaría saber qué más tienen planeado para nosotros?

Síguenos en el capítulo 4 y te lo descubriremos:

https://loveotv.com/watch/la-caida-del-cabal-secuela-parte-1-al-5_nhwyPpUpkVO45dU.html#

Gracias a todos los enormes seres humanos que han hecho posible que conozcamos la Verdad tanto tiempo oculta. En particular a Jane Ossebaard, Cynta Koeter y Alvaro o Zamna, quien, a pesar de la censura incesante de los gigantes de las redes sociales persiste en su objetivo por mantenernos informados. Gracias.

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