Aprender del desierto 

Este verano, por recomendación de una amiga, he leído Las Voces del Desierto, un libro que explica la experiencia de una doctora estadounidense, invitada por una tribu aborigen de Australia a una travesía por uno de los desiertos más inhóspitos del planeta. 

Su autora, Marlo Morgan, es una escritora y médico estadounidense, que en su viaje aprenderá, primero, a despojarse de sus ropas y sus bienes materiales. A continuación, a lo largo de los meses siguientes, tendrá que hacer lo más difícil: desprenderse de todas sus creencias, prejuicios y apegos. Finalmente, tendrá que aprender a sobrevivir frente a una naturaleza hostil que, sin embargo, le proporciona lo necesario si observa y abre sus sentidos más allá de lo aparente. 

Sus maestros en esta historia, marcada por la polémica de si es real o ficción, fueron los miembros de un grupo de aborígenes cuyas leyes de convivencia dieron un nuevo sentido a su vida y a la Vida. 

«Se trataba de personas que reconocían sus talentos y la importancia de compartir y desarrollar las numerosas maravillas que nos son dadas». 

«Es realmente asombroso que después de cincuenta mil años no hayan destruido bosques ni contaminado aguas, que no hayan puesto en peligro ninguna especie ni creado polución y que, al mismo tiempo, hayan recibido comida abundante y cobijo. Han reído mucho y llorado poco. Tienen una vida larga, productiva y saludable y la abandonan confortados espiritualmente». 

El aprendizaje fue duro, pues, a lo largo de esa extraña peregrinación, tuvo que desprenderse de sus antiguos hábitos y aprender otras formas de comer, beber, caminar, sentir y comunicarse para poder disfrutar, al fin,  de una auténtica comunión con el grupo, el entorno  y, sobre todo, con esa parte de su cuerpo y su mente que ella misma desconocía.

«Una persona puede cambiar lo que quiera de su personalidad, pero depende de su voluntad. Es una decisión propia. La única influencia que puedes ejercer sobre otra persona depende no de lo que digas, si no de lo que hagas. Por eso, los miembros de la tribu tienen el compromiso permanente de ser mejores personas».

Tal como repite la escritora a lo largo del relato: “… que sea por el bien supremo de la vida en todas partes”.

«Medicina era cualquier cosa buena que se pudiera aportar al bienestar del grupo». 

A medida que avanza en un itinerario que parece no conducir a ninguna parte, la protagonista va descubriendo claves que la llevan al reencuentro consigo misma, que la reconcilian con quien realmente es, descubriéndole un potencial intrínseco que ha permanecido oculto desde siempre.

«Cada ser humano es único, y a cada uno de nosotros se nos otorgan ciertas características que son excepcionalmente fuertes y que pueden llegar a convertirse en un talento».

«Existe una importante relación entre el reconocimiento de la propia valía y la celebración de otorgarse personalmente un nuevo nombre».

«Somos los creadores de nuestra propia vida. Podemos enriquecerla, entregarnos a nosotros mismos y ser tan creativos y felices como queramos». 

La enseñanza de este relato puede ser tan enriquecedora para el lector como cada quien elija. Básicamente, se nos dice que, en el mundo que consideramos desarrollado, vivimos rodeados de cosas sin importancia que consideramos imprescindibles, mientras no apreciamos las más valiosas por simples y sencillas. Sin embargo, están a nuestro alcance apenas sepamos mirar, escuchar y sentirlas. 

«Todos soñamos. Los sueños son la sombra de la realidad. Todo lo que existe, lo que ocurre aquí, se encuentra también en el mundo de los sueños. Todas las respuestas están allí».

«Del mismo modo que el músico busca la expresión musical, la música del universo busca ser expresada».

En este momento de despertar espiritual que atraviesa la Humanidad, desde Universo Gesara recomendamos la lectura de este libro como instrumento de aprendizaje. Permitamos que el Universo se exprese a través nuestro, sus instrumentos. 

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