La manipulación del clima como arma de guerra

Magdalena del Amo. Artículo publicado en Alerta digital el día 13 de noviembre de 2024.

La catástrofe climática ocurrida en Valencia, tildada como atentado terrorista por algunos críticos, según los augures científicos de la oficialidad, no es más que el comienzo de otras muchas “danas” porque, de acuerdo a la versión oficial, el cambio climático es el mayor problema de la humanidad. Diferimos. El problema no es el clima, sino los psicópatas de la geoingeniería que lo manipulan y controlan haciendo uso de las diferentes técnicas que se vienen ensayando desde los años cincuenta del siglo pasado, y que ya llevan causadas muchas catástrofes de diferente índole y miles de muertos. Hemos hablado de esto hasta la saciedad, pero estamos obligados a continuar haciéndolo.

Bajo el título “Dana o HAARP”, la noche pasada, el canal flippityflop, que presenta Lara Hernández, dedicó un monográfico al tema, desde una perspectiva crítica y real, una alternativa al bombardeo televisivo amarillista y morboso, muy en la dinámica covidiana, que se ha convertido en el modus operandi ante cualquier catástrofe, sea por supuestos virus, agua, viento, nieve o fuego. Si lo analizamos, la forma de proceder de las autoridades parece obedecer a un plan trazado que se sustancia en 1) utilizar lo que llamamos en psicología “información de doble vínculo”, es decir, contradictoria, por parte de las distintas administraciones y organismos gubernamentales en los días y horas que preceden a la catástrofe. Este tipo de información produce duda, indecisión, incertidumbre y confusión, al no saber los propios sujetos a qué atenerse. Producida la catástrofe, el paso siguiente consiste en la ralentización por parte del Estado de la puesta en marcha de los efectivos de ayuda. Así ha ocurrido con la covid, con el volcán de La Palma y con los incendios forestales. El tercer punto estaría centrado en el rechazo a la ayuda, despreciándola o poniendo un sinfín de trabas burocráticas, incluida la fuerza, para llegar a los damnificados, léase camiones repletos de alimentos, medicinas y productos de higiene personal desde lejanos lugares. El pretexto es la seguridad. ¡Seguridad cuando la gente está muerta, herida, desaparecida, hambrienta o desesperada! Tal es el caso que nos ocupa. ¿Pero por qué ocurre esto tan fuera de lógica? Sé que es muy fuerte, pero voy a atreverme a decir lo que pienso, aunque a mí misma me asuste la respuesta: “No quieren testigos y, sobre todo, necesitan muertos”.

Todo esto está patente en la catástrofe de Valencia. Los muertos son necesarios, por una parte, para vestir la gran mentira del cambio climático, como en su día hicieron con las residencias de mayores en las primeras semanas de la covid; y, por otra, porque los muertos causan el shock emocional necesario para amilanar, aterrorizar e inmovilizar al personal, paso previo a la privación de derechos, imposición de normas surrealistas y/o restricción de libertades. Pero ¡cuidado!, porque en determinadas circunstancias y en dosis excesivas esta “pócima” puede producir el efecto contrario y hacer que aflore el monstruo que llevamos dentro, que no entiende de cobardías. Igual que ciertos medicamentos relajantes que a dosis excesivas causan justo lo contrario de lo que se espera.

Lo de Valencia lo estamos viviendo en tiempo real. Cientos de testimonios y videos circulan por las redes mostrando el cabreo descomunal de los afectados que aún pueden hablar. Pedro Sánchez, recién bañado en el Ganges, fue salpicado de barro, escupitajos y casi apaleado, al son de insultos de asesino y otras lindezas. Todas bien merecidas, por cierto. Si no llega a entrar en el coche protegido por el paraguas de los alguaciles lo habrían linchado. Pero no hay que olvidar que el señor del Falcon es solo un títere, de la peor calaña, sí, pero, al fin y al cabo, una marioneta servidora del Mal, que dejarán caer cuando esté lo suficientemente amortizada. Tenemos que acostumbrarnos a hacer análisis desde perspectivas más amplias, alejadas de lo local.

En este estado de confusión, todos se preguntan lo mismo, incluso muchos militares y otros miembros de los cuerpos de seguridad del Estado. ¿Por qué esta reticencia a que entren los bomberos, los policías y la Guardia Civil a las zonas de la catástrofe? La ciudadanía se pregunta por qué no se envió al Ejército y sí, en cambio, interviene raudo en misiones de la ONU o lo hizo en Marruecos tras el terremoto.

Acabo de leer que el Ejército cuenta con helicópteros de carga, paracaídas, hospitales de campaña, retroexcavadoras, camiones cisterna, grupos electrógenos móviles, material para construir puentes modulares, grúas, camiones de transporte y cientos de soldados dispuestos a arriesgar su vida para salvar la de otros. Sin embargo, no se les ha permitido actuar y lo están denunciando. ¿Por qué todo esto? Porque así está programado. Ingenuo lector: quieren tu rendición total, tu mente, que no razones, que no pienses por ti mismo; tienen que convencerte de su mentira sobre el cambio climático; de que el papá Estado te dice la verdad y te protege contra los bulos. Cree, cree, cree, y no pienses. Y lo más eficaz es hacerte sentir impotente y amedrentado. Es una estrategia psicológica de libro.

Lo más espantoso de toda esta situación es que el modus operandi que acabamos de enunciar no es exclusivo de España. Se trata de un protocolo internacional que rige para todos los Estados. Recordemos el huracán Helene en Carolina, el de Puerto Rico de 2018, los incendios de Hawaii, de California, o incluso los de Asturias de marzo de 2023, y otras catástrofes, en las que no permitieron ni ayuda ni presencia de testigos, además de divulgar información falsa y sesgada. Justo igual que con las normas covid. Conviene refrescar que estas fueron cuidadosamente redactadas y traducidas a los diferentes idiomas, de acuerdo al léxico que debía emplearse, las puestas en escena –de guerra—para los comunicados diarios por parte de militares y guardiaciviles adscritos al régimen, el aplauso a las siete de la tarde, los paseos por franjas horarias, las fases de la desescalada y, sobre todo, el agitprop de los medios de comunicación durante las 24 horas al día, descritos en los epígrafes “inundar la zona” y “controlar el mensaje”. ¡Y vaya si inundaron y controlaron! Y estamos ante la misma dinámica de 2020.

He escrito mucho sobre geoingeniería y sobre cómo se ha empleado para crear diferentes tipos de desastres: terremotos, huracanes, ciclones, inundaciones y fuegos. En nuestra opinión, lo de Valencia, camuflado bajo la habitual “gota fría”, tan común en la zona, es el pistoletazo de salida que anuncia próximas actuaciones en el escenario de Europa. Los “señores del clima” así lo han decidido y cuentan a su favor con la gran masa poblacional que no cree que el clima se pueda modificar, conformándose con las explicaciones de los “sabios” de turno adscritos al sistema. Por eso la tarea de llegar al ciudadano de a pie es tan difícil para quienes navegamos por estos mares procelosos.

Controlar el clima es quizá el mayor reto para los aprendices de dioses, porque controlar las nubes, la lluvia, el granizo, el rayo, la nieve o cualquiera de los meteoros es erigirse en jefe supremo del Olimpo moderno.

Ya en el año 1966, el profesor Gordon Mac Donald, director del Instituto de Geofísica planetaria de la Universidad de California y miembro del comité científico de Lindon Johnson, durante cuyo mandato se pusieron en práctica los proyectos contra India, Filipinas y Vietnam, escribió estas curiosas a la vez que escalofriantes palabras, que nos ayudarán a entender el asunto HAARP —chemtrails, incendios, sequías, inundaciones, terremotos, huracanes, ciclones, erupciones volcánicas— y el alcance de la geoingeniería en general:

“En un contexto de paridad nuclear, hay que destacar el potencial del hombre para controlar y manipular el medio ambiente y el planeta. […] Cuando logre este poder sobre el propio entorno, el ser humano tendrá una nueva capacidad para hacer un daño incalculable e indiscriminado. […] Estas armas son particularmente apropiadas para guerras secretas u ocultas”.

No son palabras de cualquiera, sino de alguien perteneciente al comité científico del clima, de un presidente de Estados Unidos, que estaba llevando a cabo en ese momento acciones sobre países. El texto fue escrito en 1966 y publicado en 1969.

Desde esa fecha a hoy hemos avanzado considerablemente en el ámbito tecnológico. Por esos días, el científico, en su informe Cómo destruir la Tierra, explicaba la manera de originar sequías, diluvios, terremotos y maremotos. No se puede decir más claro. Y lo que se ha avanzado en los cincuenta años siguientes hasta hoy es casi incomprensible e inconcebible, tanto en el aspecto tecnológico como en la intencionalidad de los supuestos avances. “Cómo destruir la Tierra” rezaba el informe. Ya saben cómo, y lo están haciendo.

*Psicóloga, periodista y escritora

*Nota 1.- Los comentarios de los lectores no tienen desperdicio.

https://www.alertadigital.com/2024/11/05/dana-de-valencia-la-manipulacion-del-clima-como-arma-de-guerra/

*Nota 2.- También se recomienda desde UG los siguientes artículos de Magdalena del Amo en relación a este mismo asunto:

https://www.alertadigital.com/2024/11/12/la-sociedad-vive-en-un-estado-de-esclavitud-mental-pero-no-lo-sabe-pacto-de-silencio-entre-gobierno-y-oposicion-sobre-la-catastrofe-de-valencia/

Nos tapan el sol con óxidos de metales, pero nos freirán a impuestos para justificar la gran mentira del cambio climático

 

*Nota 3.- En realidad, desde Universo Gesara recomendamos seguir todo el trabajo de Magdalena del Amo.

 

 

Translate »
error: El contenido está protegido.