Nuestro colaborador Calcioc vuelve a Universo Gesara con una nueva crónica sobre geoestrategia mundial.
Mientras el intento de la cábala de ejecución anglosajona y occidental continúa con su agenda 2030 de empobrecimiento mundial y desaparición de clases medias, se introduce la paranoia climática sin mencionar el control del clima perpetuo que se tiene a golpe de patente desde los años 90. Esta semana vimos cielos con chemtrails como hacía meses que no veíamos, ha sido absolutamente desolador ver la fumigación masiva e intensiva.
Por supuesto, la paranoia climática vuelve a ser un asunto económico y de tasas. Nada más lejos del ecologismo aunque se emplee a este último como ingeniería social para lo primero.
En el asunto bélico, la confusión avanza para el que no está siguiendo los acontecimientos desde fuera de la caja. No es que nosotros lo logremos pero el intento es continuo.
https://odysee.com/@ActualidadRT:9/ucrania-experto-azovstal:c
Jose Antonio Zorrilla Ex-Embajador de España en Georgia nos abre los ojos, A los que queremos ver 2ªP. Imprescindible
https://www.youtube.com/watch?v=IG_8Eq965Ho
En fin, la cábala está en permanente recurrencia, es todo lo que tienen. Recrear una y otra vez el mismo escenario.
https://odysee.com/@ActualidadRT:9/bush-irak-ucrania-lapsus-invasi%C3%B3n:1
En cuanto comienza, la guerra excluye los matices. Obliga a todos posicionarse por uno de los dos bandos. Quienes no lo hacen se ven de inmediato atrapados en las fauces de la bestia.
La exclusión de los matices hace que todos se vean obligados a reescribir los hechos. Sólo hay dos bandos: los «buenos», que somos nosotros, y los «malos», los del otro bando. La propaganda de guerra es tan poderosa que, en poco tiempo, ya nadie distingue la diferencia entre la realidad de los hechos y la manera como se describen. Nos vemos todos sumidos en la oscuridad, sin nadie que sepa cómo encender la luz.
La guerra ocasiona sufrimiento y mata de forma indiscriminada, no distingue entre culpables e inocentes. Se sufre y se muere no sólo bajo los golpes del enemigo sino también bajo el fuego de nuestro propio bando. La guerra no sólo es sufrimiento y muerte sino también injusticia, que es mucho más difícil de soportar.
Ninguna de las reglas de las naciones civilizadas subsiste ante la guerra. Muchos ceden a la locura y dejan de comportarse como seres humanos. En la guerra ya no hay autoridad capaz de poner a cada cual ante las consecuencias de sus actos. Desaparece la posibilidad de contar con el prójimo. El hombre se convierte en el lobo del hombre. Pero sucede entonces algo fascinante. Mientras algunos se convierten en crueles bestias, otros se transforman en fuentes de luz y su mirada se hace capaz de aclarar la nuestra.
Yo pasé una década en los campos de batalla, sin regresar a mi país. Si hoy estoy lejos del sufrimiento y de la muerte, todavía siento la fascinación irresistible de las miradas que aclaran. Detesto la guerra, y sin embargo tengo que decir que la extraño porque en medio de esa confusión de horrores siempre resplandece una forma sublime de humanidad.
En tiempo de paz existe una clara distinción entre la población civil y las fuerzas militares. Pero las guerras modernas han echado abajo esa manera de pensar. Las democracias barrieron la organización de las sociedades en castas o en órdenes guerreras. Ahora todos pueden convertirse en combatientes. El reclutamiento masivo y las guerras totales han sembrado la confusión. Hoy en día son dirigentes civiles quienes dan órdenes a los militares. Los civiles han dejado de ser inocentes víctimas y se han convertido en los primeros responsables de la desgracia generalizada mientras que los militares han pasado a ser simples ejecutantes de esas desgracias.
Las Convenciones de Ginebra son hoy una reliquia de la época en la que razonábamos con lo que puede llamarse “humanidad”. Pero ya no corresponden a ninguna realidad. Quienes las respetan lo hacen porque se creen obligados a hacerlo, pero no porque esperen seguir siendo humanos y no verse sumidos en un océano de crímenes. La noción de «crimen de guerra» carece de sentido ya que el objetivo de la guerra es cometer una serie de crímenes para alcanzar la victoria que no se logró por vías civilizadas y porque, en una democracia, cada elector es responsable.
En otros tiempos, la iglesia católica llegó a prohibir las estrategias bélicas dirigidas contra los civiles –como los asedios– y las castigaba excomulgando a quienes recurrían a ellas. Actualmente, para empezar, no existe ninguna autoridad moral que imponga el respeto de reglas. Pero lo peor es que el mundo, las grandes potencias occidentales y la opinión pública de Occidente ven como algo normal la aplicación de «sanciones económicas» que afectan a pueblos enteros, llegando incluso a provocar hambrunas como sucedió en Corea del Norte.
Por otro lado, Occidente considera “prohibidas” ciertas armas… que sus propios ejércitos siguen utilizando. Por ejemplo, el presidente estadounidense Barack Obama había señalado el uso de armas químicas o biológicas como una «línea roja» para el gobierno de Siria. Mientras tanto, Joe Biden –entonces vicepresidente de la administración Obama– instalaba en Ucrania una vasta red de laboratorios dedicados a la investigación biológica con fines militares. El único país que se ha prohibido a sí mismo cualquier tipo de armamento de destrucción masiva es Irán, desde que el imam Khomeini clasificó las armas de destrucción masiva –incluyendo la bomba atómica– como moralmente condenables. ¡Pero es precisamente Irán quien está acusado por Occidente de querer fabricar armas nucleares!
La guerra ya no se limita al campo de batalla. Ahora es indispensable “conquistar” a los telespectadores. Durante la guerra contra Afganistán, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y el primer ministro británico, Tony Blair, se plantearon la posibilidad de destruir el canal de televisión satelital Al-Jazeera, que no tenía ningún impacto sobre las opiniones públicas occidentales pero que sí daba mucho que pensar a la teleaudiencia de todo el mundo árabe.
Después de la agresión de 2003 contra Irak, algunos investigadores franceses llegaron a creer que la guerra militar acabaría convirtiéndose en guerra cognitiva. El cuento de las «armas de destrucción masiva» de Saddam Hussein se mantuvo en pie sólo unos meses, pero fue magistral la manera como Estados Unidos y Reino Unido lograron que todo el mundo se tragara aquella historia. En definitiva, la OTAN agregó a sus cinco terrenos de intervención habituales (aire, tierra, mar, espacio y sector cibernético) un sexto campo de batalla: el de la mente humana. Actualmente, la OTAN evita el enfrentamiento con Rusia en los cuatro primeros campos de batalla (aire, tierra, mar y espacio) pero ya entró en guerra en los otros dos.
A medida que los sectores de intervención se amplían, la noción de parte beligerante se vuelve más difusa. Ya no son hombres quienes luchan entre sí sino sistemas de pensamiento. Por consiguiente, la guerra se globaliza. Durante la agresión contra Siria, más de 60 Estados que nada tenían que ver con el conflicto enviaron armamento para acabar con la República Árabe Siria. Hoy, una veintena de Estados están enviando armamento a Ucrania.
https://www.voltairenet.org/article216861.html. Imprescindible
Y las cosas en Ucrania están ahora asi.
Mientras la OTAN se organiza en occidente, oriente se dispone del mismo modo como respuesta. A continuación un artículo con todo el apoyo logístico llevado a cabo desde el 2014 por países miembros de la OTAN (mas Israel) a Ucrania.
https://ayl.tv/video/coronel-pedro-banos-si-rusia-se-hunde-economicamente/
Conociendo estos datos que los voceros occidentales defiendan que es Rusia la que provoca el conflicto resulta inverosímil. La contraparte denuncia lo obvio y actúa en consecuencia.
Si comparamos con los últimos tiempos de la Unión Soviética, casi estamos tentados de decir que ésta no recibía un trato tan parcial y tan cargado de mala fe como la Rusia actual. Esto significa una cosa: Rusia encarna una resistencia benéfica al orden mundial que quieren imponer los EEUU y su pequeña corte de sirvientes que reclutan en la oligarquía occidental.
En esta hora en que asistimos a una general inversión de los valores, a un integral trastocamiento de los principios que rigen la vida de los hombres y la organización de las sociedades, podemos afirmar sin error que Rusia sigue estando en el campo de la Verdad, mientras que Occidente ha caído en el error y la decadencia. Esta es la razón por la cual Occidente odia a Rusia. Y eso significa que Rusia se ha convertido en un modelo a seguir para los verdaderos europeos. Y no deja de ser una ironía suprema de la Historia, que el pueblo ruso, menospreciado y vilipendiado muchas veces como una nación semi asiática, sea en el día de hoy, tal vez, la última esperanza para Europa de sobrevivir a esta indigna y monstruosa degeneración en la que está sumida.
En Europa occidental, el instrumento de esta diplomacia se llama hoy Unión Europea. Es decir, una máquina destinada a destruir la soberanía y la libertad de los Estados, a aniquilar su prosperidad y a reemplazar a su población?: un imperio de la nada y del vacío, que debe abrirse a todos los vientos a condición de permanecer prisionera de los “lazos trasatlánticos”, es decir, seguir siendo vasallos de los EEUU.
En el este, el instrumento de esta diplomacia se llama diabolización, debilitamiento y aislamiento de Rusia.
(…) Es necesario que el poder detenga al poder. ¡Gracias a Rusia por recordarnos esta antigua ley europea!
Contrariamente a lo que nos repiten nuestros medios de (des)información masivos, la democracia (el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo) y la libertad están menos amenazados en Rusia que en Europa occidental.
No deja de ser curioso que un Snowden, que ha desvelado al mundo la realidad del espionaje de las comunicaciones mundiales por los EEUU y sus aliados, no haya podido encontrar refugio más que en Rusia. ¡Pero no en Europa occidental, que presume sin embargo de acoger a los refugiados y perseguidos del mundo entero!
Y es que Occidente ya no vive en democracia sino en posdemocracia: un régimen de totalitarismo blando que vacía la nacionalidad y la ciudadanía de su sentido, un régimen en el que el Estado se opone a la nación e instala la ley del extranjero. Los verdaderos oligarcas no prosperan más que en Occidente: en Rusia están bajo control o van a la cárcel.
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