Mi regreso a Casa 

Diciembre 2019

Siempre he sentido una inquietud, una curiosidad, una insatisfacción permanente, algo un poquito fuera de lo habitual. He actuado siempre a la búsqueda de respuestas. Respuestas que no podía encontrar porque sólo en escasas ocasiones me detenía a plantearme las preguntas. Había un magma interno de urgencia por descubrir lo importante que intentaba acallar con las urgencias de lo cotidiano.

Esto se acentúa en esa etapa de tu vida, la madurez la llaman, en que tienes un trabajo exigente, hijos en edad escolar, padres que empiezan con achaques, compromisos sociales en los que te has implicado para seguir acallando esa voz interior.  

Hasta los 30 y tantos, salvo los rebeldes con o sin causa, sigues el camino trazado por el sistema donde nos han nacido y donde moriremos, si un milagro no nos salva. Pasas los 20 años de sistema educativo industrial sin más aspiración que seguir subiendo peldaños en esta carrera hacia ninguna parte. O, si eres capaz de afrontarlo, hacia la muerte física.

¿Y ya está? ¿Esto era todo? Entonces aparece tu primera crisis existencial profunda.

Algunas personas tienen la suerte de sufrir  esa gran crisis en la adolescencia. Pero, en la mayoría de los casos no les sirve sino para profundizar en el error. O vuelta al camino marcado. O sentirte desde los 15 un desclasado, un paria, la rarita, la antisistema.  Más sufrimiento. ´

Porque, hasta ese momento, toda la aprobación nos viene de fuera. Toda enseñanza. Los padres, la familia y los maestros son los dioses. Pero, en ese momento, las emociones nos embargan. Y no nos han enseñado a manejarlas. No nos han enseñado a escuchar a nuestro corazón. Tampoco formación espiritual. Ni financiera. No aprendimos  a gestionar nuestra vida en todas sus perspectivas.

Llega esa primera crisis de identidad. Falta de autoestima, percepción de uno mismo. Creo que soy lo que otros me han dicho. No tomo mis propias decisiones. Convulsión interna. Angustia. Botellón. Sexo. Rock and roll. Malestar. Vacío. Empiezas a dejarte llevar por una forma de pensar externa, un sistema de creencias y unas formas de actuar impuestas desde el sistema. En paralelo, te niegas a ti mismo, lo que verdaderamente eres, tu esencia. Tu Ser.

Eso genera mucho malestar. Mucho vacío. Conflicto interno. Más sufrimiento.

Los que llegamos a intuir eso, como tampoco tenemos herramientas para afrontarlo, nos perdemos en el camino de la evasión, en el mundo de ahí afuera. Y así vamos dando tumbos hasta la siguiente encrucijada.

Cuando nos damos de bruces contra el absurdo de la existencia material aparecen, de nuevo,  todas las dudas. Pero magnificadas. Porque, se supone, que los años y la experiencia nos deberían haber enseñado a gestionarlas. Sin embargo, descubrimos que no tenemos ni idea de quiénes somos, como ser felices, para qué estamos aquí. No nos enseñan a descubrir nuestros talentos, arreglar nuestros conflictos emocionales. Nos educan para perpetuar un sistema económico, donde hay oligarquías, poderes establecidos, un estatus quo. Y ¡pobre de ti¡ como te salgas del camino trillado.

La crisis de la  adolescencia tiene un por qué. Y, como no se resuelve, te encuentras a personas con 30 años que aún prolongan aquella crisis. En algunos casos la evasión se busca a través de las drogas, otras veces de unos estudios y una carrera que, se supone, es lo que tengo que hacer. Pasan los años, encuentro un trabajo, encuentras una pareja, incluso tienes hijos y una hipoteca. Y, de repente, eres un adulto que no tiene ni idea qué ha venido a hacer a este mundo. Porque, lo que sí tienes claro –no todo el mundo, ni siquiera la mayoría- es que no eres un vegetal, ni un animal. Sabes que tú habías venido, o te habían enviado, a hacer algo. Pero no recuerdas nada. Te falta la brújula. Y, además, nadie ni nada aquí te ha enseñado dónde está el norte.

Entonces te embargan las dudas, la insatisfacción, la indiferencia, el victimismo, la culpa, el rencor, resentimiento.

Y, siguiendo el guión sistémico, procedemos a esperar o a intentar lo que nos han enseñado: otros nos arreglarán el problema: psicólogos, médicos, terapeutas miles, deporte, juegos, drogas y rockandroll. Esperamos, por supuesto, que todo se arreglará desde fuera. Porque en ese punto ni siquiera somos conscientes de que existe un YO, que, tal vez, deberías explorar para detectar cuál es la causa de tanta insatisfacción.

Sólo nos acordamos del YO para quejarnos de que el sistema, la realidad, las circunstancia, las personas, los otros y lo otro,  no son las más idóneas para sentirme bien. Por tanto, tienen que cambiar para que yo me sienta bien. Y, si no puedo cambiarlas, ¿qué pasa? Sufrimiento. Dolor. Impotencia. Indignación. Indiferencia. Cinismo. Nihilismo. Fármacos, antidepresivos. Tv. Fútbol. Ocio ….. QUE TE atrapa en una zona de comodidad. Te atrapa el miedo a lo desconocido. De ahí el refrán: Más vale lo malo conocido.

Pero, a pesar de la ceguera, una persona mínimamente despierta aprende tarde o temprano que la realidad no se puede cambiar, ni a los demás. Reconoce que se mantiene en su zona de confort, aunque no se sienta bien, por miedo. No es la sabiduría. No es tu corazón. El miedo es el motor de la mayoría. Y para eso están, sobre todo, los medios de comunicación masivos. Para mantener la sensación de miedo de manera permanente. Para que no indagues otros caminos. Para que no atisbes que hay salida. Miedo y sufrimiento.

Pero, sufrir no sirve para nada. Salvo, que active tu motor del cambio, del progreso, de la evolución. Salvo que te sirva para abandonar el miedo y abrirte a lo nuevo. A cuestionar. A buscar. Entonces, tiene esa función: sacarte de tu zona de comodidad. Moverte el piso.

Se abre una grieta, que se va a ir haciendo un socavón. Y hay un momento en que dices ¡YA BASTA¡. TENGO QUE HACER ALGO.

Y puede ser a los 15, a los 30, a los 40, a los 50…… No hay edad para encontrar el camino de regreso a casa. Nunca es tarde para dejar de creer en la película que nos han contado y montado. Ni siquiera en ti mismo, en lo que han hecho de ti.

En ese momento, has empezado el camino de retorno a tu SER. Enhorabuena¡¡¡ Será largo, pero todo gran proyecto comienza por el primer paso.

Empiezas a tomar las riendas de tu vida. Pero, no tienes herramientas. No sabes por dónde empezar. Sólo sabes, crees, tienes la certeza de que vives, has vivido hasta ese momento, una historia que no es la tuya. Tomas consciencia de que llevas demasiado tiempo enmascarando un runrún interno que cada vez molesta más. Asumes, por fin, que la vida no es sólo salud, trabajo y amor. No es la cuenta corriente llena, el coche más grande, la casa más maravillosa, el viaje soñado, todas las chicas a tus pies, dos hijos superdotados, reconocimiento social. No….. no es nada de eso. Algo en tu interior no funciona. Y no es físico. Aunque, cuanto más dejes de atenderlo, más puede traducirse en dolor material.

El día en que empiezas a mirar adentro has dado el mayor paso. Es un hito en tu historia personal. Pero, ese sí es de verdad. El auténtico primer éxito. Ahí empiezas a recuperar el guión de tu existencia, el que viniste a dirigir. No sólo a representar.  Empiezas a limpiar el polvo y la  paja que te han ido impregnando todos estos años. Ahí vuelves a conectar con el niño que fuiste, cuando aún eras inocente.

Inocencia: ausencia de creencias.

Ahí empiezas a comprender tu ignorancia respecto a quién eres realmente, el escenario, los otros, la vida misma, ……

Cuando tomas conciencia, gracias al sufrimiento, y con humildad, vuelves la mirada hacia ti. Qué he hecho yo para estar así? Quién hay realmente detrás de esta máscara que me he fabricado o me han puesto. Quién soy?

Adelante. No temas. Empiezas a ser sabio.

Sabiduría implica escepticismo y verificación. Contrasta si tus creencias, si tus conocimientos son útiles, provechosas, ….coinciden con tu experiencia.

Dejamos de aceptar como verdad todo lo que nos cuentan.

IMPORTANTE: LO QUE TÚ CREES ES LO QUE TÚ CREAS.

Nos hemos perdido en el mundo. Y la mayoría sigue así, vagando, sin rumbo. Pero, los que nos hemos dado cuenta, al menos, tenemos la posibilidad de re-encontrar el camino. Vamos a ello¡¡¡

PRIMERO.- Aprender quiénes somos.

SEGUNDO.- Descubrir de dónde venimos

Tercero.- Focalizar hacia dónde vamos

Cuarto.- Diseñar cómo hacerlo. O, mejor, entregarlo al Universo. Déjate llevar. Pero, ahora, sí, con consciencia, disfrutando del sendero y de los paisajes.

METÁFORA.- CONOCERSE A UNO MISMO ES COMO ENTRAR A UNA CASA ABANDONADA.

Nos da miedo, nos asusta. Intuimos que vamos a encontrar algo que no nos va a gustar. Doloroso. Oscuro. Oculto.

Entras y  enciendes. Abres la consciencia. Se hace la luz. ¡Ostras¡¡¡ Descubres tu propia casa, donde eres un extraño. 

Puede estar más o menos sucia, destartalada, desordenada, incluso arruinada. Con okupas, nidos de golondrinas, cagadas de perro, gato o humano. No sé. Cada uno tiene que abrir la suya. Descubrirla y decidir qué hace con ella.

Puedes volver a cerrar y olvidarte de ella para siempre. Volver al vacío existencial de fuera. Dejar que la ruina acabe hecha añicos, derruida. 

Puedes decidir limpiar, ordenar, reconstruirla, decorarla y quedarte a vivir para siempre. Cómodamente instalado. 

Puedes, incluso, decidir después arreglar el jardín, desbrozar algunas  hierbas, ponerle un bonito cercado y un mirador donde contemplar las estrellas en verano.

Puedes, más adelante, incluso, quedar con tus vecinos para arreglar tu calle, limpiar, sembrar árboles, poner alumbrado, semáforos.  Así, los niños del barrio podrán transitar felices y seguros en sus bicicletas, patinetes o andando por aquella calle.

Pero, por ahora, volvamos a nuestra casa. Y decidamos qué hacer con ella y en ella.

Emprendamos el camino de regreso a casa, a nuestro hogar.

¿Quieres dejar de repetir una y otra vez los mismos patrones dañinos en tus relaciones? Conoce tus heridas emocionales, esas  que aún sabotean tu vida y tus relaciones. Descúbrete a través de tus espejos, esos que la vida te pone en frente. O a tu lado. Comprende el sentido de esos espejos en tu vida.

Quien necesita vivir esos espejos es tu Ego, el personaje que estás representando. Cuando hayas llegado a Casa, a tu SER, no necesitarás espejos. Porque ya estás en el UNO, en tu totalidad.

Los espejos están ahí para ayudarte a desmaquillarte, una capa tras otra, poco a poco. Porque duele. Pero sana. Y porque te ayudan a llegar a Casa.

Si descubres que tu Casa tiene humedades, sabes que una capa de pintura no resolverá el problema. Tienes que picar, romper y encontrar dónde está la fuga. Te costará más caro. Te ocupará más tiempo. Pero, es la única forma de sanar la herida. Y, a continuación, el perdón.

El perdón es la última estación antes de llegar a Casa. O, si lo prefieres, es la antesala.

Disfrútalo.

Después vendrá el AMOR, la Luz.

Donde hay AMOR no hay miedo. Donde se hace la  LUZ se acaba la oscuridad.

“Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vida, fuerzan a la consciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete. Lo que aceptas, te transforma».

Carl Gustav Jung

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