Paracelso, el alquimista que revolucionó la medicina

 

La historia de la medicina está llena de momentos y personajes clave. Uno de ellos es, sin duda, Paracelso, un médico y alquimista suizo que, pese a lo controvertido de su figura, revolucionó por completo la medicina al crear los primeros “fármacos” basados en las propiedades químicas de distintas sustancias, en una época en la que se creía que sólo las plantas y hierbas podían ser útiles.

Por ello, Paracelso se considera un precursor de la bioquímica y padre de la toxicología. Además, su vida está llena de momentos polémicos, entre los que se incluye cuestionar textos clásicos (e incluso quemarlos) de la medicina y la ciencia, desprestigiar a figuras científicas que se consideraba intocables y separarse de los procedimientos tradicionales.

Todo esto hace que Paracelso sea considerado toda una leyenda en el mundo de la medicina. Y es que,  además de ser pionero en el desarrollo de lo que hoy en día consideramos medicamentos, fue el primero en describir la clínica de algunas enfermedades infecciosas, estableció la conexión entre mente y cuerpo, desarrolló tratamientos para patologías que se consideraban incurables. Y mucho más….

Biografía de Paracelso (1493 – 1541)

El primer dato que ya nos muestra que Paracelso fue un personaje curioso es que éste no es su verdadero nombre. Es su nombre artístico. Su verdadero nombre es Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim.

Cuentan algunas de sus biografías que,  para él, su nombre de pila no vendía, así que decidió hacerse llamar Paracelso, que en latín significa literalmente “Por encima de Celso”. Aulio Cornelio Celso (30 a.C.- 50 d.C.) fue el primer autor médico cuya obra fue impresa en caracteres móviles (1478) gracias al invento de Gutenberg. Fue autor de una obra titulada «De Medicina«, fiel al hipocratismo, de notable interés en su época. En el Renacimiento fue recuperada y tuvo gran influencia en la Europa moderna.  

Paracelso nació en Einsiedeln, una pequeña localidad situada en el centro de Suiza, el 10 de noviembre de 1493. Desde niño acompañó a su padre, que fue un reputado médico,  cuando visitaba a los enfermos.

Desde muy temprana edad desarrolló una gran pasión y admiración por la naturaleza y por la ciencia en general. Por ello, y dado que su familia gozaba de una buena posición social, recibió una buena educación en astronomía, música, aritmética, gramática, etc.

Durante su juventud también estudió química de los metales y se familiarizó con el arte de trabajarlos y manipularlos, pues esta región de Suiza destacaba por su minería.

En 1506, fue a la Universidad de Basilea para continuar con sus estudios en química y medicina. Después, siguió formándose en Viena y Ferrara (Italia), donde consiguió el título de doctor. Fue en este momento en el que decidió cambiarse de nombre.

Vida profesional

Al doctorarse, Paracelso decidió iniciar una peregrinación que duraría 12 años y en la que recorrió diversos países, entre otros Inglaterra, España, Turquía y Egipto. Durante este periodo, empezó a ganar seguidores al exponer sus ideas innovadoras sobre medicina.

En contra del paradigma científico de la época, Paracelso estaba convencido de que las enfermedades  aparecían por algo que venía del exterior, y no por cambios internos, como se venía diciendo. Por ello, era imposible curar enfermedades con hierbas, ungüentos y mucho menos con purgas y otras “terapias” tradicionales.

Defendía que el remedio a todos estos males estaba en la naturaleza, pero no en las plantas, sino en los minerales y que, por lo tanto, todo lo que se había explicado hasta ese momento partía de un error de base.

Después de esta peregrinación, Paracelso volvió a Suiza, donde ganó una cátedra por la Universidad de Basilea en 1526. Fue en esta ciudad donde desarrolló gran parte de su vida profesional, que estuvo enfocada básicamente a desmontar la medicina clásica y a tratar de demostrar que era en los minerales y los químicos donde estaba la solución a los problemas de salud.

Y para combatir esta medicina clásica, incluso, llegó a quemar públicamente libros de algunos de los filósofos y científicos más venerados de la historia. Se cree que pudo llegar a quemar algunos textos de Hipócrates, considerado como el padre de la medicina.

Publicó distintas obras en las que ligaba alquimia y medicina y en las que defendía que cada enfermedad debía tener una cura propia (los remedios universales no podían existir) y describía cómo elaborar “medicamentos” combinando distintos químicos y metales.

Como no podía ser de otra manera, a consecuencia de este planteamiento tan férreo se ganó muchos enemigos, tanto médicos como “farmacéuticos”. Por ello, tuvo que marcharse de Basilea en 1528 y volver a recorrer distintos países, cambiando cada cierto tiempo de residencia. No obstante, siguió atacando a la medicina clásica y apostando por una nueva visión en la que se defendía la química como la respuesta a la cura de  las enfermedades que azotaban el mundo.

Pese a que Paracelso hizo increíbles progresos en el ámbito de la alquimia aplicada a la  medicina, no todas sus investigaciones fueron válidas y acertadas. Y no sólo ocurrió con su rechazo al  uso de plantas, también se opuso a la cirugía, llegando a afirmar que no servía para nada, ya que, en su opinión, la anatomía humana no tenía ninguna relevancia a la hora de desarrollar enfermedades.

Finalmente, y después de dejar tras de sí un legado que sigue vigente a día de hoy, pese a lo polémico y controvertido de su figura, Paracelso falleció en el año 1541 en Salzburgo, (Austria), donde llevaba viviendo poco más de un año.

Los 5 principales aportes de Paracelso a la ciencia

Pese a que su forma de desprestigiar a algunos referentes de la medicina tradicional fue, por lo menos, cuestionable, lo cierto es que Paracelso contribuyó al progreso de la ciencia, en general, y sentó  las bases de lo que hoy se considera medicina moderna.

Desarrollo de los primeros fármacos

Pese a lo controvertido de su figura, indudablemente fue un adelantado a su tiempo. Se atrevió a cuestionar las bases de todo. Uno de sus grandes aportes fue que los remedios a las enfermedades, si bien a veces podían encontrarse en los vegetales, por regla general había que recurrir a los minerales y a los químicos, algo que hasta ese momento se consideraba impensable.

Paracelso desarrolló distintos preparados, gracias a sus conocimientos en alquimia, en los que introducía sales, hierro, mercurio, antimonio, plomo y azufre, en cantidades en las que no resultaban tóxicas para el cuerpo, pero ayudaban a superar las enfermedades. Esto asentó las bases de la farmacología moderna.

Descripción clínica de enfermedades

Hasta ese momento, las enfermedades y su naturaleza eran un absoluto misterio. Paracelso fue uno de los primeros en afirmar que el origen de la enfermedad no se encontraba en los cambios que sufría uno mismo por dentro, sino que venían del exterior. Esto fue un absoluto cambio de paradigma que iba en contra de todo lo que se creía.

Una de sus grandes aportaciones fue la primera descripción clínica de la sífilis y el bocio, además de desarrollar “fármacos” a base de azufre y mercurio para combatirlas. Algunos de sus escritos estaban más cerca de la homeopatía que de la medicina como tal.

Negación de los remedios universales

Hasta ese momento se creía que había remedios universales que podían curar  enfermedades distintas. Paracelso fue el primero en decir que esto era imposible. Él afirmaba que cada enfermedad era distinta y que, por lo tanto, el remedio para curarla debía ser muy específico.

Defensa de la experimentación como método científico

Paracelso era un férreo defensor de la experimentación como vía para conseguir progresos en la medicina y en la ciencia, en general. Afirmaba que el único modo de hacer descubrimientos reales era plantear una teoría y confirmarla o rechazarla con experimentos.

Defensa de la unión entre mente y cuerpo

Fue el primero en defender la conexión entre lo emocional y lo físico. Es decir, en afirmar que nuestras emociones y estado mental podían tener un papel muy importante a la hora de determinar nuestra susceptibilidad a desarrollar enfermedades. En su momento esto fue considerado absurdo, pero a día de hoy, está más que comprobado que mente y cuerpo están estrechamente conectados.

Paracelso alquimista

Paracelso está considerado el padre de la moderna bioquímica y, además de médico, fue  alquimista-espagirista y astrólogo. Explicó que el objetivo de la alquimia no es hacer oro o plata, sino revelar los arcanos y usarlos para combatir las enfermedades. Para ello, utilizó el  alkahest, un elemento del que todos los demás (tierra, fuego, agua, aire) eran formas derivadas. Creía que este hipotético disolvente universal era la piedra filosofal.  Derivó la palabra de la árabe «alkali» y, según su receta, se componía de cal, alcohol y carbonato de potasio.

Según los alquimistas el alkahest era un elemento capaz de disolver todos los metales por el cual todos los cuerpos terrestres podían reducirse a su ser primitivo, o materia original (éter), del cual estaban formados. Desde su planteamiento, era una potencia que obraba en las formas astrales (o almas) de todas las cosas, capaz, por consiguiente, de disolverlas.

Paracelso estudiaba la causa y origen de la enfermedad desde la cosmovisión. El ser Humano es un microcosmos constituido por cuerpo, espíritu y alma hecho a semejanza del macrocosmos, (cielo y tierra) en el que se encuentra integrado. Dividía el origen de la enfermedad en cuatro grandes aspectos:

-El clima y el cosmos (astros)

-Alimentos y lo que ingerimos en el organismo.

-Factores hereditarios

-El pensamiento y la voluntad, influencia de la mente sobre el cuerpo.

Las siete reglas de Paracelso

Las siete reglas que, como recomendaciones médicas, establece Paracelso para tener una vida saludable son: 

  1. Lo primero es mejorar la salud, decía que para ello hay que respirar profunda y rítmicamente al aire libre, llenando bien el abdomen. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más completo posible, evitar el alcohol, el tabaco y la automedicación, así como bañarse diariamente.
  2. Desterrar absolutamente del estado de ánimo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y de pobreza. O sea, para ello debe huirse, como de la peste, de toda ocasión de tratar a personas maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas, vulgares, o que la base de sus ocupaciones y conversaciones sean tópicos no éticos ni morales. Esta regla es de importancia decisiva, por cuanto se trata de cambiar la contextura espiritual del alma. La suerte no existe y el destino depende de los propios actos y pensamientos.
  3. Hacer todo el bien posible. Esto es, auxiliar a todo desgraciado siempre que se pueda, pero jamás tener debilidades por ninguna persona. Cuidar las propias energías y huir de todo sentimentalismo hueco.
  4. Olvidar toda ofensa, más aún: esforzarse por pensar bien siempre. Por ejemplo, todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior. Hay que destruir todas las capas superpuestas de viejos hábitos, pensamientos y errores que enmascaran la profunda esencia del ser, que es perfecta.
  5. Recogerse todos los días, por lo menos media hora, en donde nadie pueda perturbar. Explica que eso fortifica enérgicamente el cerebro y pone en contacto con las buenas energías. En ese estado de recogimiento y silencio, suelen surgir a veces ideas luminosas, que con el tiempo uno se llega a percatar que fueron un elemento fundamental para la solución de problemas. Y es que ellas brotan de esa dimensión profunda y honda del ser humano a la que Sócrates llamaba daimon.
  6. Guardar silencio de todos los asuntos personales. O sea, abstenerse, como si se hubiese hecho un juramento solemne, de referir a los demás, todo cuanto se piense, se oiga o se descubra, hasta tanto se verifique, compruebe o se tenga la completa certidumbre.
  7. Jamás temer a los seres humanos, ni que inspire sobresalto la palabra “mañana”. Decía Paracelso, que cuando el alma está fuerte y limpia, todo sale bien. Jamás creerse solo, ni débil. El único enemigo a quien se debe temer es a uno mismo. El miedo y la desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las malas energías y con ellas el desastre.

Liber vinus 

Philippus  Aureolus Theophrastus Bombast von Hohenheim  fue, además,  el introductor del alcohol medicinal en Europa a través del vino.  Redactó en Barcelona el «Liber vinus», donde descubrió las infinitas aplicaciones médicas de este producto, dadas sus cualidades antisépitcas y vigorizantes.

La Inquisión quemó todos sus libros en Tarragona. También fue detenido y recluido en prisión en París.  Inspirado en Sigismund Figger («Ciencia y química») descubrió el kohl o galena, en árabe, que era el polvo más fino que se puede producir y que utilizaban las mujeres árabes del desierto para maquillar su rostro. Así lo recogió en su «Diccionario de la alquimia«. Otra de sus obras fue «Cirugía menor».

Paracelso rebautizó como kohl lo que, hasta entonces, se había considerado la quintaesencia del vino, el espíritu, la parte más etérica y misteriosa, el acqua vitae o acqua arde.

El vino, la medicina más antigua 

El Talmud describe el vino como la medicina más antigua. Los sumerios ya tenían recetas basadas en la introducción de hierbas en el vino.

Una tabla cuneiforme de la farmacopea del año 2100 a.C. es la referencia más antigua al vino medicinal.  María Treben también incluye muchas recetas con plantas maceradas en vino.

Los egipcios utilizaban el vino medicinal como principal elemento para embalsamar. Elaboraban un tónico con él, junto al opio y el estramonio, que resultaba antiséptico, después de mezclarlo con polvo de ciertas piedras. (El polvo del desierto????, kohl o galena que utilizaban las mujeres árabes para su cara y que Paracelso identificó con el espíritu milagroso del vino????).

En la Antigua Grecia, los médicos crearon el moderno pensamiento científico sobre el vino y sobre sus propiedades terapéuticas. Atribuían al vino la importancia de ser un vehículo de una sustancia que sirve para disolver, activar y tolerar medicamentos.

La cultura etrusca utilizaba también la col fermentada como ungüento para las heridas, las tumefacciones, los flemones, las luxaciones, incluso para el cáncer de mama, y como remedio por vía oral de un montón de enfermedades.

Fuente:

https://medicoplus.com/biografias/paracelso

Referencias bibliográficas

  • Lugones Botell, M., Ramírez Bermúdez, M., Miyar Pieiga, E. (2013) “Paracelso”. Medigraphic.
  • Hanegraaff, W.J. (2008) “Paracelsus: Essential Theoretical Writings”. BRILL.
  • Petrovic, B., Matovic, V., Vukomanovic, P. (2018) “Paracelsus – a Man behind a Myth”. History of toxicology.
  • Paracelso, De viribus membrorum (1526-1527), en Opera Omnia (1658) t. I p. 352; Werke III, p. 13-28.
  • Botánica Oculta: Las plantas mágicas de Paracelso. Rodolfo Putz (2013). Madrid. Editorial CREACIÓN
  • https://books.google.com.ar/books?id=dmHAvNsXzVMC&printsec=frontcover#v=onepage&q&f=false
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